Texto y fotos: Tiyako Felipe

Se fue octubre, el mes de levantar el fruto de la tierra y llegó noviembre: el tiempo de ofrendar. En el abánico cultural de nuestro querido México le llaman Xantolo, Santoru, Todos Santos, Día de Muertos, Fiesta de muertos o Festival de los muertos, según la tradición cultural de cada pueblo, barrio o colonia en la ciudad.

La «festividad de los muertos» es el tiempo de tejer una relación compleja entre la vida y la muerte. Para algunos es alegría, recuerdo, añoranza, tristeza, dolor, memoria, anhelo, coraje, viaje, despedida, reencuentro, oportunidad y muchos etcéteras que se le quieran agregar. En los tiempos actuales, tras una ola pandémica que ha dejado más de doscientos mil muertes en nuestro país, toda la ola de significados sobre la muerte puede conjugarse en una sola a la vez.


Con el cierre del otoñal octubre, llegó el aroma a cempasúchil, copal, veladora, pan de muerto, café, frutas cítricas, tamal, mole, chocolate y hasta aguardiente o mezcal.
Así como nos llegó el tiempo de la cosecha y el tiempo para ofrendar tambien llegó la tregua del virus mortal. Mientras se escriben estas líneas cientos de familias están preparando el «altar» o la «ofrenda» de muertos para esperar la conexión con el ser del más allá.

Otros tantos iran recorriendo kilometros y kilometros en busca del ombligo-el terruño- para ofrendar a los suyos o dejar las cenizas de quienes no pudieron librar la batalla contra un virus mortal. Entre sus manos llevarán a papá, mamá, abuelos, abuelas, hermanos, hermanas para hacer cumplir la última voluntad.

Llegó noviembre, el tiempo de la cosecha y el tiempo de dar gracias; el momento para ofrendar y también el de reflexionar cómo en medio de la diversidad cultural nos vamos reconociendo un@s a otr@s para materializar la llamada otredad.

Imagen de ofrenda comunitaria de la «Verbena Florida» en la Alameda Central de la CDMX.