Ameyali Martínez.
A 6 años de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Transcurría el mes de septiembre del año 2014, yo regresaba a Tixtla para continuar con el segundo año de mi carrera; Licenciatura en Antropología Social.
Tan solo un año antes, Tixtla se encontraba en resiliencia por los estragos que dejó la inundación, resultado de los huracanes Ingrid y Manuel que azotaron a Guerrero. «Los pelones» o «Tortugos» de Ayotzinapa realizaron labor social, para ayudar a rescatar algunas cosas de las viviendas inundadas.
Por nuestra parte, desde la entonces Unidad Académica de Antropología Social, nos organizamos para llevar un poco de alegría a los niños que se encontraban en los albergues improvisados para los damnificados, estos albergues se encontraban en las primarias, prevocacional y la prepa; que no habían sido afectadas por la inundación.
Mi grupo de primer año, (generación 2013-2017) tomó la iniciativa de hacer recolección de víveres en las comunidades que no habían sido tan afectadas por las torrenciales lluvias, a comparación de Tixtla.

Uno de los 43 desaparecidos: Miguel Ángel Mendoza Zacarías de la comunidad de Apango; se encontraba cursando la carrera con nosotros, era parte de la generación 2013-2017. Fue uno de los compañeros más activo, comprometido y entusiasta para la recolección de víveres.
Otros nos sumamos a las actividades que se encontraban en nuestras posibilidades, yo me integré en la recepción de víveres en El Centro de Acopio que se instaló en la sala de lectura de la escuela, hacíamos turnos para que permaneciera abierto todo el día, porque la ayuda llegaba a nuestras instalaciones.
El grupo de primer año que se fueron a pueblear recolectando víveres coordinados por la compañera Karen Lucena (de Atliaca), estaba integrado por Gerardo, Miguel Ángel, Rubí, Aby, Yuri y Pedro, son los nombres que ahora recuerdo.
Cuando regresaron a los tres o cuatro días de su partida trajeron varías costalillas de maíz, frijol, enlatados, productos de higiene, ropa, calzado, cobijas en fin la gente de los alrededores de Tixtla fue muy solidaria y no sólo enviaron víveres, sino también esperanza, fe y amor para los que se encontraban sumidos en la tragedia. ¿Quién diría que un año después nos esperaba una tragedia mayor?, de pesadilla, de las realidades que te niegas a creer, de las que te parten el alma de solo recordarlas.
En septiembre de 2014, ya cursando el segundo año de la carrera la Maestra Rosalba Díaz, sugirió como parte de la materia que nos impartía, ir a trabajo campo para hacer observación participante en la comunidad de Chiepetepec, municipio de Tlapa de Comonfort, donde se realiza un ritual de agradecimiento por los frutos de la madre tierra a San Miguel Arcángel y se realiza el tradicional baile de Milpas. Mis compañeros y yo nos empezamos a organizar como grupo para hacer dicho viaje a la montaña alta de Guerrero.
Para este ciclo escolar 2014-2015, dos de mis compañeros ya no regresaron a continuar con las carrera, entre ellos Gerardo y Miguel Ángel Mendoza Zacarías , los dos chicos de Apango. Los primeros días de septiembre, en Tixtla se realizan los tradicionales encuentros de cera en honor a la virgen de la Natividad patrona de este lugar. Estaba en el centro viendo pasar las tradicionales danzas y en eso vi danzar a Miguel Ángel en el contingente de la Normal de Ayotzinapa, los «Ayotzis», presentaban una danza prehispánica y allí estaba el compañero Miguel Ángel, me alegró verlo en esa danza y pensé que bueno que siga estudiando una carrera.
El día viernes 26 de septiembre de 2014, mi grupo y yo quedamos de acuerdo que al día siguiente, saldríamos de Tixtla rumbo a Chiepetepec, a las siete de la mañana, para llegar a la comunidad, presentarnos con el comisario y notificar el motivo de nuestra presencia el día 28 de septiembre, que ese día es cuando se realiza el ritual del baile de milpas.
Sábado 27 de septiembre, 2014. Este día me levanté a las prisas, estaba sobre el tiempo y llegar a la hora acordada para partir rumbo a Chiepetepec, eran las 6:30 am y yo seguía en casa alistándome, entre prisas, a lo lejos se escuchaba el carro del periódico con perifoneo que decía algo sobre los alumnos de la Normal de Ayotzinapa, la verdad no puse mucha atención y continúe con mi actividad, salí de casa rumbo a la escuela que era el punto de reunión y mis compañeros ya se encontraban listos para partir. En eso nos topamos con la maestra Rosa Icela y nos pregunto que a donde íbamos al vernos con nuestras mochilas, le dijimos que íbamos a una salida de campo y ella nos dijo «con cuidado, chamacos». Más adelantito de la escuela, donde ahora se encuentra el monumento del General Vicente Guerrero, empezaban a reunirse la policía comunitaria.
En fin, tomamos la combi hacia Chilapa y luego un taxi rumbo a Tlapa, quienes accedieron en irnos a dejar al centro de Chiepetepec. Llegamos a Chiepetepec entre 11 am y 12 pm, luego localizamos y acudimos con el comisario para entregar nuestras cartas de presentación, amablemente nos atendió y nos fuimos a mi pueblo Xalpatláhuac, allá pasaríamos la noche y el día 28 estar muy temprano para presenciar y registrar el ritual del baile de milpas.
Así fue, el 28 llegamos a Chiepetepec, nos integramos a la festividad, la gente muy amable nos permitió convivir con ellos, recuerdo a doña «Lenchita» que nos invitó a su casa después del ritual, para comer mole y unos tamales nejos que ella preparó. Así que mi grupo y yo acudimos a casa de doña Lencha después del ritual, disfrutamos del mole, los tamales y unos elotes, ya casi eran las 3 pm y partimos de regreso a Tixtla.
Por la distancia entre Tlapa y Tixtla estuvimos llegando a eso de las siete de la noche a Tixtla, en ese tiempo yo no contaba con un teléfono que tuviera aplicaciones para las redes sociales, así que no sabía de lo ocurrido con los estudiantes de Ayotzinapa, más bien, nadie de mis compañeros que fuimos al ritual sabíamos de lo ocurrido la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre.
Al llegar a Tixtla, ya en la casa de estudiantes, me conecté al Facebook y mi inicio estaba lleno de noticias sobre Ayotzinapa, la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre, recuerdo muy bien el impacto que me causo ver la imagen que circulaba en las redes sociales de Julio César Mondragón, desollado y con las cuencas de los ojos vacías, mi mente no asimilaba ni comprendía la información, se hablaba de seis muertos, entre ellos un niño del club deportivo «Los avispones».

De principio se dijo que 47 normalistas estaban desaparecidos, sobre todo alumnos de primer año de la normal de Ayotzinapa, cuando por fin mi cerebro reaccionó y lo primero que vino a mi mente fue, Miguel Ángel Mendoza Zacarías,a quien días antes lo vi danzar en el contingente de los «Ayotyzis», inmediatamente entré a su muro con la esperanza de que él no fuera parte de la lista de desaparecidos, tristemente había publicaciones de amigos y conocidos que deseaban que se encontrara bien, y confirmaban que era uno de los alumnos, de los que se ignoraba su paradero.
Recuerdo que le escribí a alguien de mis compañeros si sabía algo pero todo indicaba que Miguel Ángel era de los 43.
Las movilizaciones no se hicieron esperar, en la lista de desaparecidos estaban algunos que eran de Tixtla y sus alrededores. El lunes en la Unidad Académica de Antropología Social; maestros, personal administrativo y alumnos nos encontrábamos consternados por los hechos tan lamentables ocurridos y por no saber sobre la integridad del compañero Miguel Ángel.
La primera marcha convocada por la normal de Ayotzinapa en Chilpancingo, fue el lunes 29 en la tarde noche, los asistentes portamos ropa blanca y veladoras encendidas, algunos le llamaron la marcha del silencio, la marcha culminó en la plaza cívica «Primer Congreso de Anáhuac», la principal demanda fue el esclarecimiento de los hechos y la aparición con vida de los desaparecidos.
Alumnos de Antropología nos sumamos a dicha exigencia y fue la primera vez que estuve en una marcha de tal magnitud. El contingente salió del momumento a las banderas de Chilpancingo, hacia la plaza Primer Congreso de Anáhuac, algunas normales como la de Tiripetío, Michoacán ya se encontraban en lucha con su hermana normal de Ayotzinapa. Aún recuerdo las voces quebradas de los Ayotzis cuando hacian pase de lista de los compañeros desaparecidos y los caídos durante la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre, la piel se me erizaba cuando escuchaba las consignas desde su más profundo dolor, rabia e impotencia. Su escuela, la normal, había recibido un golpe muy fuerte y artero.

Las movilizaciones continuaron, la escuela de antropología se sumó a la exigencia de la presentación con vida de los normalistas, se sumó a la exigencia de justicia y castigo a los responsables de este hecho tan tétrico, tan ruin e inhumano.
Infinidad de veces gritamos el nombre de los compañeros en las marchas, en los mítines con la esperanza de ver volver a los compañeros. Pasaban los días, semanas, meses y la incertidumbre sobre el paradero de los #43 persistía.
Llevo en mi mente los rostros de dolor de algunas madres y padres de los desaparecidos que lloraban la ausencia de sus hijos, aún recuerdo cuando vi por primera vez al padre de Miguel Ángel Mendoza y el semblante desolador que expresaba su rostro al no saber nada de su hijo.
Recientemente algunas madres murieron sin saber el paradero de sus hijos, como la madre de Everardo, quién murió en la lucha y la exigencia de la verdad, pero sin saber nada sobre su hijo.
La llamada «verdad histórica» emitida por el entonces procurador General de la República, Jesús Murillo Karam el 27 de enero de 2015 es totalmente absurda, al notificar que los normalistas fueron privados de la vida e incinerados en un basurero y arrojados al río San Juan por el grupo delictivo «Guerrero Unidos». Los padres de familia, los alumnos y la sociedad en general jamás creímos que ese haya sido el final de los normalistas, por las inconsistencias y porque la declaración de testigos recientemente se supo, fue bajo tortura.
Amigo: Miguel Ángel Mendoza Zacarías, la vida es testigo que tus compañeros y amigos de la escuela de Antropología, gritamos tu nombre hasta desgarrarnos el alma y las gargantas; en busca de justicia y para que aparecieran tú y los demás compañeros. Donde quiera que estés te aseguro que las nuevas generaciones conocerán tu historia, esa historia como la de muchos jóvenes en este país, que quieren hacer una carrera universitaria, pero por escasos recursos se buscan alternativas para alcanzar nuestros sueños. Los que vivimos esta parte de la historia, una historia muy trágica en Guerrero, nos encargaremos de que no se olvide jamás este acto de terror, del que tú y los demás compañeros fueron víctimas de gente con intereses mezquinos y sedientos de poder.
Han pasado seis largos años, de dolor, de incertidumbre, de desesperanza, de lucha sin saber el destino de los #43. Hay muchas preguntas al aire ¿Quién más ordenó el ataque, además del entonces presidente de Iguala y su esposa? ¿Porqué los atacaron? ¿Siguen vivos? ¿Dónde están? ¿Algún día conoceremos la verdad?
En memoria de Miguel Ángel Mendoza Zacarías y los otros 42 normalistas desaparecidos.

¡Quisieron enterrarlos pero no sabían que eran semilla!

¡Okinekej namechtlalpachoskej uan amo okimatiaj onankatkaj xinachtli!