Lorenzo Díaz Cruz
En este territorio que ahora llamamos México, han vivido diversos grupos humanos por miles de años. Esos pueblos crearon una cultura; una forma de vida que permitió organizar sociedades que sobrevivieron por siglos, enfrentando todo tipo de retos.
Muchas veces el conocimiento acumulado permitió que esas sociedades pudieran vencer muchas dificultades, e incluso pudieron modificar la naturaleza y crear cultivos como el maíz, con ellos pudieron alimentar a millones de personas, además de construir ciudades, establecer rutas comerciales. Incluso aprendieron a mirar el cielo e identificar las regularidades de los astros.
Otras veces la magnitud de los retos fueron tan grandes que los pueblos no pudieron superar las adversidades, por ejemplo durante la conquista y la colonia. En ese y otros episodios de la historia de México, nuestros pueblos han enfrentado duras batallas en inferioridad de condiciones, principalmente tecnológicas y científicas. Los aztecas no tenían pólvora ni armamento metálico, tampoco contaban con el conocimiento de nuevas enfermedades, ni los tratamientos para vencerlas, y cayeron para ser conquistados.
En nuestro tiempo somos testigos de avances científicos espectaculares en las disciplinas tradicionales como son: Física, Química, Biología, Medicina, que han permitido responder preguntas básicas sobre la naturaleza y también han generado aplicaciones que han cambiado por completo la economía y la sociedad. Entre ellos podemos incluir: las computadoras, el uso médico de los láseres, fuentes alternas de energía, nuevos materiales, las comunicaciones vía satélite, entre otros muchos. Ese conocimiento ha hecho aún más poderosos a los países que tradicionalmente han dominando el mundo.
Aunque muchas regiones y pueblos de México enfrentan grandes retos de pobreza, marginación, inseguridad, entre otros, aún así algunos de esos productos tecnológicos se están difundiendo en todas las comunidades, ayudando a facilitar la vida y modificando conductas, que algunas veces afectan la alimentación y la salud.
Por ejemplo, es llamativo para un habitante de las ciudades visitar un pueblo con amplia población indígena, y escuchar la conversación en la lengua nativa de las personas, enfundadas en su traje típico, pero usando un teléfono celular inteligente. Eso nos muestra que la tecnología está llegando a todos lados, enriqueciendo o modificando la cultura.
La cuestión es si sólo seremos usuarios de esos aparatos y que debamos conformarnos con aprender a operarlos, comunicarnos y divagar en las redes sociales, ó si recurrimos a la memoria histórica y contamos nuestras muchas décadas perdidas, cabe plantearnos si no sería mejor que todos los pueblos aprendamos un poco más de la ciencia que hace posible el surgimiento de esos avances tecnológicos.
¿Ganarían algo las comunidades con un mayor conocimiento de los átomos, la electrónica, la química, los virus y la célula, entre otros temas? Por supuesto, creemos que sí, que es mucho lo que ganarían todos los pueblos al acercarse a la ciencia pura y aplicada, justo por eso escribimos estas lineas.
Antes de enumerar una serie de beneficios concretos, me gustaría enfatizar que pensamos que se debe abrazar el conocimiento universal, porque es sinónimo de libertad, independencia, empoderamiento y también porque creemos que la ciencia debe ser parte de nuestra cultura.
La ciencia nos permite acercarnos a la naturaleza mediante el razonamiento y la experimentación, para buscar los resortes que nos expliquen su funcionamiento.
El conocimiento actual es muy amplio, pero existen conceptos centrales en cada campo, que ameritan ser presentados a las comunidades, para que conozcan y se comprendan las leyes que los rigen.
Por ejemplo, entender el concepto de energía en física, nos ayuda a saber que todo proceso natural gasta una cierta energía, y que la energía no se puede sacar de la nada, como magia. Conocer la energía nos permite saber cómo funcionan las máquinas, el movimiento, la electricidad. Gracias a la energía podemos descubrir muchos trucos en los productos milagro e incluso descreer en la existencia de fantasmas.
Así mismo, conocer las reglas básicas de las reacciones químicas, los compuestos y elementos, nos ayudan a entender los procesos de conservación de los alimentos, la fermentación, la pasteurización, entre muchos otros procesos en nuestros alimentos. Por otra parte, estudiar las ciencias de la vida, nos ayuda a descubrir la existencia de los virus, las bacterias y las enfermedades, lo cual es muy valioso en estos tiempos de crisis de pandemias, que en esos días amenazan nuestra vida y nuestra economía.
Conocer nuestro planeta, incluyendo la dinámica del océano, el aire, los volcanes y las placas tectónicas, es de fundamental importancia, tanto para cuantificar los recursos que tenemos para subsistir, como para asegurar la sobre-vivencia de la humanidad.
Ese conocimiento básico puede ayudar a los pueblos de muchas maneras, por ejemplo para exigir un tratamiento médico adecuado, planear una mejor nutrición, explicar los cambios en el clima y su efecto sobre los cultivos. Incluso nos ayudaría para entender cuales son los mejores aparatos tecnológicos que podemos adquirir.
Así pues, si logramos que aún los pueblos más alejados y marginados, tengan unas bases mínimas de conocimiento científico, seremos una mejor sociedad, contaremos con mejores herramientas para conocer la realidad, cuidar la naturaleza y lograr un progreso armónico para la gente de todos los rincones de nuestro país.
En el gobierno actual se habla de la “apropiación social del conocimiento”, lo cual da la idea de llevar la ciencia y sus beneficios a todos los sectores de la población. Esta intención es sin duda algo loable. Sin embargo, en cierto sentido también se corre el riesgo de que esas iniciativas traten de dirigir el destino de los pueblos indios, sin permitir que ellos mismos adquieran las herramientas para decidir lo que consideren mejor para el futuro de sus comunidades.
Para hacer más profunda e independiente esta toma de conciencia sobre cómo acceder a los beneficios de la ciencia y la técnica en los pueblos, creemos que sería deseable crear las condiciones para que los hijos mismos de los campesinos y los obreros participen en este proceso. Para ello es necesario que esos jóvenes puedan acceder a una mejor educación y eventualmente estudien una carrera de ciencias físicas, de la vida, la tierra o ingenierías.
Así pues, para cumplir ese proceso de enriquecimiento científico de nuestros pueblos, se requiere pasar de la “apropiación” a la “siembra-cosecha” del conocimiento. Para ello se debe ampliar la oferta de carreras de ciencias en todo el país, especialmente en los estados más pobres. Mediante la creación de esas carreras es factible fomentar que los jóvenes de esas regiones vean a la actividad científica como una forma de vida, con la perspectiva de lograr una movilidad social. Si los jóvenes descubren que se puede hacer una carrera en ciencia, eventualmente esos jóvenes podrían regresar a sus comunidades y contribuir a una mejoría de la educación local.
En el mediano plazo es posible esperar que la ciencia y el conocimiento logren contribuir a la identidad y orgullo regional, todo lo cual redundaría en una mejor convivencia social. A largo plazo, mediante la presencia de agentes innovadores, se podrían generar nuevas formas de actividad productiva que permitieran establecer una economía basada en el conocimiento.

El doctor Lorenzo Díaz Cruz es investigador de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Participante de la investigación del Bosón de Higgs (partícula de Dios)
¿Partícula de Dios? Aquí un video que lo explica de manera sencilla
imagen de portada: Internet / Science Alert