El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), aprobó por octavo año consecutivo la realización del programa de Incorporación de Mujeres Indígenas a Posgrados, para el Fortalecimiento Regional del Estado de Guerrero.
Por esta razón y haciendo uso de su libertad de expresión, han decidido compartir su experiencia e inconformidad, por algunas inconsistencias dentro del programa.
Lo que dicen:
Cuando ingresamos a los cursos de capacitación que se deben tomar antes de viajar al extranjero, tuvimos el acompañamiento de docentes con alta preparación académica quienes aportaron en gran medida a nuestra formación, en materias como: Tecnologías de la información; Taller de lectura y redacción; Enseñanza del idioma inglés y Razonamiento lógico-matemático. Reconocemos la trayectoria académica de los distintos docentes, sin embargo, debido a las múltiples ocupaciones dentro de la misma universidad no permitieron que algunos cumplieran total y responsablemente a las actividades del programa.
Pese a estos aciertos, consideramos que el programa tiene graves omisiones, que no podemos excluir ni omitir:
Primero. – En todas las generaciones nos hemos encontrado a mujeres que no pertenecen a comunidades indígenas, que no hablan ningún idioma indígena, mujeres que incluso han discriminado a las compañeras que sí lo son. Esta lamentable situación nos lleva a las interrogantes: ¿Cuál fue el proceso de ingreso al programa?, ¿Qué documentos probatorios entregaron para comprobar su pertenencia? y ¿Qué rubros evalúa el PIMIP en la UAGro para el ingreso?
Si bien, la constitución política de los Estados Unidos Mexicanos, permite la autoadscripción indígena. Pero entonces, ¿qué tanto se cumple con los objetivos del programa?, si el programa sigue llegando a las mujeres de las ciudades, a las mujeres blancas, a las mujeres con una formación urbana, a las mujeres que geográficamente viven entre el privilegio y que, entonces, el programa no cumple sus objetivos o no es claro cuando señala que, el espacio es solo para las mujeres indígenas.
Segundo. – De las listas de mujeres aceptadas al programa que han sido publicadas, solo el 50% o hasta el 80% acudía a las clases de capacitación; las que no asistían solo cobraban la beca y seguían contempladas en la lista para viajar al extranjero.
En este contexto, recalcamos que, debido a estas irregularidades, es notable la complicidad, silencio y respaldo de ciertas compañeras a los coordinadores del programa.
Tercero. – Las becas se han entregado fuera de tiempo, pareciera que pedimos limosna para que nos paguen una beca que ya tienen en sus manos, peor aún, hay que acudir a rectoría por el cheque y después cambiarlo en el banco. Sin embargo, se les olvida que cubrimos de 10 a 12 horas de clases, no alcanzando en ocasiones a cambiar.
Cuarto.- No todas las compañeras aspirantes a maestría recibieron el recurso e información pertinente para realizar los trámites de ingreso a las universidades en otros estados, siendo que desde el inicio se informó que se apoyaría hasta con dos postulaciones, el pago del examen TOEFL y transporte.
Quinto. – En la sexta generación del programa, se pidió a las integrantes continuar otros tres meses más de preparación. Una compañera comentó que no sería posible porque solo nos apoyarían con el 50% de la beca (dos mil pesos mensuales) y con esa cantidad no se puede sobrevivir en una ciudad como Chilpancingo, a lo que respondieron amenazante con un: “Ustedes firmaron un acuerdo, si no quieren entrar a la maestría es su problema”.
Cuando claramente en la convocatoria especificaba que debíamos permanecer cuatro meses en cursos. Se nos propuso incluso buscar un empleo que nos permitiera equilibrar nuestros gastos, pero eso era casi imposible, porque nos seguían manejando horarios de 10 a 12 horas de clase.
Sexto. – Se nos hizo firmar oficios sin permitirnos leer su contenido, ni mucho menos copias de ellos. Al firmar los documentos, solo se nos indicaba de manera tajante: “firmen” e incluso no podíamos decir que no, en este sentido, observamos que, no hay una transparencia en los gastos realizados: nos han hecho firmar oficios que dicen una cosa y ellos hacen otra. Como es el dinero que supuestamente la institución educativa guardó para nuestro viaje al extranjero ($ 35, 046. 30), donde finalmente entre ayer y hoy algunas compañeras recibimos un total de $ 28, 100 pesos, donde nos comunican de manera oral que los $6,900 restantes fueron utilizados para el cambio de fecha de los boletos de avión del verano 2020 al verano 2021, por lo que al realizar la multiplicación da como resultado la cantidad de $ 317, 400 pesos por las 46 becarias.
Acciones que no nos han sido consultadas ni informadas a su debido tiempo.
Consideramos también incongruente que se nos manifieste que los costos del curso presencial se equiparan a la modalidad virtual que se llevaría a cabo durante un mes en el país de Canadá, anexando más horas al curso de modalidad virtual en el que sustentan que por el dobleteo de horas, se cubre hospedaje y alimentación que fueron pagados para nuestra estancia, además, después de la exigencia de cuentas por parte de CONACyT a los responsables del programa en la UAGro y ante la aceptación de la modalidad virtual, consideramos impertinente condicionarnos a tomar los cursos en los meses que abarcan septiembre-octubre o noviembre-diciembre si bien es sabido que son meses con horarios cargados de clases en los Posgrados a los cuales pertenecemos como maestrantes en las diferentes universidades.
Séptimo. – El personal tanto administrativo como académico debe ser empático y sobre todo con una formación desde una perspectiva de género e intercultural, pues se han dado casos de compañeras que han recibido comentarios misóginos y, por ende, discriminatorios.
Octavo. – En la séptima generación, las compañeras no recibieron el acompañamiento adecuado para la elección de sus maestrías, por lo que algunas que pertenecen a municipios como Metlatónoc, están cursando maestrías sin acceder a una beca, hecho que, nos parece más que lamentable.