Iris Melgarejo / Xalpatláhuac

De la Montaña a Manhattan hay una gran distancia y también una gran diferencia.

De acá de la Montaña alta de Guerrero han migrado hombres y mujeres en busca de oportunidades y sobre todo, de mejorar la calidad de vida de sus familiares, recordando su cultura y su lengua. Llevando esos pequeños tesoros en su mochila.

Salir del lugar donde nacimos es un acontecimiento sensible, ya el creador (Dios) es quien permite ir allá, morir en el intento, regresar con la familia o como le ocurrió a Francisco, morir en suelo ajeno, trabajando y luchando cada día para obtener un buen salario.

Dicen que en Manhattan hay muchos servicios, comodidades, marcas famosas de ropa y calzado que sorprenden a nuestros paisanos y paisanas, que se esfuerzan por mantener un trabajo digno, soportando el frío, el calor o incluso tratos discriminatorios, pensando en la familia que se quedó en el pueblo.

El entierro en Xalpatláhuac

Entre llantos, gritos y reclamos a Dios por lo ocurrido, es tiempo de ir a sepultar el cuerpo. Estuvo tendido en su casa que con mucho trabajo y esfuerzo logró construir. Su familia decidió encaminarlo a pie, desde su hogar hasta el panteón -alrededor de dos kilómetros- con apoyo de jóvenes, familiares y vecinos en su mayoría, hay un sol intenso, pero el dolor lo es más.

Caminaron por más de una hora, el cortejo fúnebre camino desde la entrada del pueblo a la casa que lo vio crecer y desarrollar su infancia a lado de su madre, su padre y hermanos. Allí, recordaron la muerte de su madre ocurrida hace algunos años.

Como marca la costumbre, el cuerpo fue llevado a la iglesia y después al Camposanto, su última morada donde descansa en paz junto a su madre.